Un guerrero con luz propia

Un guerrero con luz propia


Mauricio D’Amico es un olavarriense bien creativo, apasionado, generoso y despierto, cuya extrema sensibilidad y conciencia social lo llevan a trabajar de un modo muy luminoso, pues con su fuego interno aporta la clara visión del águila. Su obra escultórica está ligada al origen de nuestro planeta, y se nutre de todo lo que le permite dejar una huella clara, en donde el brillo y la suavidad darán testimonio de una nueva sociedad que supo revertir lo que hoy nos duele a partir de ser más conscientes, humanos y respetuosos con el medio ambiente. Conocé su historia, él es un fuerte guerrero consagrado a la noble tarea de brindar amor desde las entrañas de la Tierra.

“Soy uno de los tantos convencidos de que se puede vivir de otra manera, pero el cambio si no lo hacemos nosotros no lo va hacer nadie, por eso tenemos que ser parte del cambio y vivir como realmente nos merecemos vivir”, afirmó Mauricio mientras conversábamos en el taller de su casa, que está repleto de máscaras en pie que daban la fuerte sensación de que nos miraban.

“Históricamente venimos todos muy vapuleados a nivel social y en la vida personal también, por eso está bueno cuando uno en la vida comienza a darse cuenta de que pueda transformar las cosas, tiene las ganas para hacerlo y lo puede llevar adelante”, indicó.

Su limpia mirada tiene brillo, y su sonrisa franca es un fiel reflejo de la coherencia que manifiesta entre lo que piensa, dice, siente y hace. Sin embargo, para llegar a vivir de lo que ama, tuvo que animarse a pagar su precio y dejar de lado su trabajo como constructor en la empresa que tenía su familia.

“Mi epopeya estuvo dada en encerrarme un año y medio a producir, prescindiendo de la plata. Yo tenía el dinero mínimo para ayudar a solventar los gastos de casa, me perdí muchos asados con mis amigos por no tener dinero, pero ellos lo entendieron. Yo trabajaba de lunes a viernes desde las diez de la mañana hasta las once de la noche encerrado acá, produciendo obras y funcionó, y para hacer lo que hago tengo la bendición de mi viejo y eso es algo muy importante en mi vida”. Con esas palabras Mauricio comenzaba a contarnos la manera en que a sus 32 años se iniciaba en la actividad que hoy lo tiene como un gran referente.

“En todo este proceso sentí que aprendí a confiar en mí, aprendí a transmitir cosas buenas, aprendí a crecer y entiendo que ese crecimiento es inagotable. Estoy parado en un estado de gracia al que llamo `mi continente donde pisar´. Pude crear mi lugar en el mundo, al que llamé `Reparito, taller de esculturas´, le puse así por la canción `Reparito´ de Los Fabulosos Cadillacs, que dice: reparito que cuidas nuestras almas de las tormentas y de la oscuridad, sólo quiero volver y estar bajo tu techo, bajo tu techo descansar”, dijo con visible emoción, tras confesar que es fanático de la banda Los Fabulosos Cadillacs y tuvo la suerte de conocer personalmente a Flavio, uno de sus integrantes, cuando en el 2013 vino a Olavarría.

“Por más que vivimos en un tiempo de incoherencia absoluta, por la buena madera que tengo a mí me resulta muy fácil ser coherente con mi historia y lo que veo”, sostuvo Mauricio mientras señaló a su padre, Antonio Pascuale Vitorio D’Amico, quien ya llevaba varios minutos presenciando la entrevista.

Su papá vino a la Argentina cuanto tenía 15 años, provenientes del Sur de Calabria (Italia) después de la Segunda Guerra Mundial. “En mi familia eran todos constructores y mi tatarabuelo Pascual también hacia obras de arte (ver recuadro llamado Guerrero Aguila), por eso a mi historia la llamo `el gen dormido´, que en mi caso se despertó y es maravilloso”, dijo.

A diferencia de muchos olavarrienses, Mauricio tiene muy en claro que Olavarría no es una ciudad más. “Acá está la historia misma de nuestro planeta” señaló, mientras en su antebrazo izquierdo relucía tatuada, en color negro, la palabra “Olavarría”: “Este tatuaje tiene que ver con nuestro origen, acá tenemos la historia del planeta en los yacimientos, porque forman parte del sistema de Tandilia, que se formó en la era precámbrica, y tiene más de 2.000 millones de años. Son las primeras formaciones rocosas y contienen la historia misma del planeta”, sostuvo.

“Estamos generando historias hermosas a partir de este proceso que nace acá, en el corazón de Sierras Bayas, a escasos kilómetros de Olavarría, donde está el origen de todo. Por eso ir a un yacimiento y extraer ese material que tiene millones de años, traerlo luego al taller, desgranarlo con mis manos, prepararlo, darle forma de obra para contar historias, que una vez que las cocino pueden durar miles de años más, es formar parte de una línea de tiempo infinita”, remarcó.

Además de haberse recibido de profesor en Artes Visuales, Mauricio es también Maestro Mayor de Obras. Durante varios años trabajó en la construcción, y por más que renunció para dedicarse al arte sabe que de todos modos sigue construyendo, aunque ahora lo hace desde otro lugar. “Esto que hago también es construcción, es construcción de obras, de un discurso, de un modo de pensar y de trabajar. Mis obras no son pensadas para vender, porque el tipo que hace cerámica para vender hace otro tipo de obras, a mí me interesa contar historias que ayuden a construir”, precisó.

Su forma de trabajo está impregnada con conciencia, con valores humanos y con la firme convicción de que, entre todos, podemos ayudar a manifestar un mundo más sensible y luminoso, por eso él se nutre de los elementos que hoy forman parte de la cultura deshumanizada y consumista que debemos transcender, y a partir de allí elabora su mensaje. “En un tachito tengo todos los restos de la sociedad de consumo: tapitas de gaseosas, destornilladores rotos, llaves, pedazos de lata, etc., y con ellos hago parte de mis obras, a las cuales una vez finalizadas las pulo, porque bruñir las obras tiene que ver con un concepto filosófico al que yo llamo `El nuevo mundo por venir´, en donde el brillo y la suavidad tienen que estar presentes”.

“Yo no hago bocetos, laburo directamente en el material, por eso me voy sorprendiendo con las figuras que van apareciendo. Mi obra es Cadillacs, es Galeano, es Rubén Blades, Víctor Jara, Sábato… Soy un escultor humanista, que cree en la transformación social a través del arte. Mi obra está despolitizada y mi enfoque está centrado en lo humano”, dijo cuando le pedimos que nos describa lo que nutre y sustenta sus obras.

Si bien cuenta con una muy buena formación como ceramista, los trabajos los realiza a partir de mezclar distintos elementos que va probando como parte de su proceso creativo de experimentación: “Yo trabajo con una pasta de adobe, que tiene tierra negra, bosta de caballo, lana de oveja, teja molida y arcilla, y lleva agua de tuna porque mejora muchísimo el material y le da más plasticidad. El otro uso que le doy al agua de tuna es para hacer el color, que en cerámica se llama engobe, que consiste en morterear la arcilla de color y con la baba que sale del agua de tuna se prepara la pintura para que se adhiera mejor a la pieza. Son técnicas ancestrales a las cuales les voy incorporando nuevos elementos como parte de mi proceso creativo de exploración”.

A Mauricio se lo ve fortalecido, muy confiado en lo que sabe hacer y con el empuje necesario como para llegar a donde se lo proponga, sin embargo eso no siempre fue así: “Soy muy inquieto, de andar buscando información, de leer mucho y de escuchar mucha música -contó-, por eso me parece maravilloso poder plasmar todo eso en esto de las esculturas de barro, que siento que han sido mi salvación como persona, porque también he vivido momentos difíciles y de depresiones, ya que desde muy chiquito he sido muy soñador, realmente quería cambiar el mundo, y durante muchos años de mi vida sentí que no tenía la fuerza necesaria como para poder hacerlo”.

Hoy no sólo tiene esa fuerza, también cuenta con el fuego interior necesario como ir en la dirección que quiere, portando su propia luz, que entre otras cosas se traduce en ayudar a crear lazos y fortalecer los vínculos para trascender el individualismo y la deshumanización.

Nunca hizo obras seriadas. Sus piezas son únicas. ¿A qué se debe le preguntamos?: “En el arte antiguo no había repetición. La locura de la obra en serie tiene que ver con un sistema capitalista que induce al consumismo y busca masificar, por eso la satisfacción gigante que siento con mis alumnos es que la semillita que les tiré, de la importancia de la pieza única, prendió en ellos. De todos modos, si uno juega con la lógica de los mercados y el consumismo, está bueno tener presente que hay todo un público para el cual la pieza única tiene más valor, porque no hay dos iguales”.

“Si bien hago obras unitarias, lo que a mí me entusiasma del laburo escultórico es empezar a hacer 4 ó 5 obras a la vez y que sean todas distintas. En la medida que me voy aburriendo paso de una escultura a otra y así es como la voy avanzando todas al mismo tiempo. Eso tiene que ver con mis ganas de trabajar”, declaró.

Mauricio es de los artistas a los que le gusta romper con lo establecido y la adversidad no lo amilana. Al contrario, usa esa fuerza para ser aún más creativo: “Mi obra tiene mucho que ver con trascender el `no´. Cuando comencé, por ejemplo, en una escuela de cerámica me dijeron que la arcilla de Sierras Bayas no se podía usar, y con mi trabajo experimental he demostrado que realmente es muy buena. Llevo realizadas más de 230 obras, de las cuales el 95 el por ciento están hechas con arcilla de Sierras Bayas, y están todas sonriendo y de pie. Hay gente a la que la palabra `no´ les da miedo o los paraliza, a mí me genera un desafío nuevo”.

El no quedarse con lo establecido también lo llevó a buscar nuevas variantes en sus obras. “Quería romper con la tradición de que las máscaras son para colgar en la pared, por eso todas a las máscaras que fui creando les hice una estructura como para que permanezcan de pie”, sostuvo. Y también nos contó  que en sus exposiciones deja que la gente pueda tocar sus obras: “Eso generalmente está prohibido en la mayoría de las exposiciones o museo a donde uno va, yo lo hago porque para mí eso tiene que ver con terminar con el egoísmo”.

A la hora de crear, en su taller son infaltables el mate y la música. “A mí me encanta trabajar, y aplico esa famosa frase de Picasso que dice que siempre es mejor que la inspiración te encuentre trabajando, y en mi caso es así”.

Siempre fue muy trabajador, y eso es algo que le viene de muy chico. “Yo llamo a mis nueve años como la edad en la que perdí la inocencia, porque fue la época en que como quería tener mi plata empecé a trabajar. Mi papá, que tenía una empresa constructora, hizo toda la estructura del edificio de Ruca Vután, que queda en Vicente López y Alvaro Barros, y allí me llevó a laburar en ese verano que le pedí trabajo. Así  fue que, mientras la obra se finalizaba, mi trabajo consistía en barrer todo el edificio, arrancando desde el noveno piso. También le alcanzaba los baldes a los albañiles, porque quería aprender a levantar paredes y revocar. De esa época tengo muy presente la imagen de Leonardo Zambrana, uno de los históricos bolivianos de Olavarría, que es gente buenísima y queridísima de la cual soy amigo, al que ayudé a empastinar cuando él colocaba los revestimientos de un baño”, recordó.

“Con esa plata que ganaba yo me compraba la mochila que quería para la escuela, las zapatillas Adidas negras de cuero, que eran lo máximo en su momento y tenía plata para las golosinas, ¿qué más puede pedir un chico? Era otra época, ante mi pedido, mi viejo me llevó a laburar porque tenía una cultura muy de gringo, en donde para ellos era muy importante que los hijos aprendan un oficio”, agregó.

Sobre su juventud, también recordó que “el hecho de haber leído durante mi adolescencia el libro `Las venas abiertas de América Latina´, de Eduardo Galeano, me clarificó todo sobre cómo ha funcionado históricamente el mundo, así como lo que pasó en América durante la conquista, que no fue el encuentro de dos mundos, sino una conquista sanguinaria y saqueadora”.

En el 2002 Mauricio se recibió de profesor en Arte Visuales, sin embargo a las esculturas en barro llegó por otra vía. “A muchos de los conocimientos llegué por medio de mi maestro escultor, Carlos Moreyra, a quien conocí en el 2004 cuando hice un año en la Escuela de Municipal Cerámica y participé de un taller de cuatro días en donde nos voló la cabeza a todos los que participamos. Era como estar escuchando a un dios prácticamente, y lo sigue siendo hasta el día de hoy. Así fue que empecé a meterme en el mundo de la arcilla”.

Si bien en esa época trabajaba en la construcción con su padre, la pasión por el moldeado del barro ya lo había tomado por completo: “En el 2005 ya tenía un rechazo absoluto hacia la construcción y renuncié, y durante unos meses trabajé como docente alfabetizador para adultos, en el barrio `El Progreso´. Fue una experiencia hermosa, sin embargo al mes de haber decidido dejar la construcción la retomé por un lapso de tres año más, debido a que mi papá tuvo un accidente muy serio que le impidió continuar las tres obras que había empezado”.

Sus ganas de seguir avanzando con las esculturas lo llevaron a promover encuentros. “En el 2007 con unas amigas teníamos el Centro Cultural del Hacer, que era un grupo independiente formando por Andrea Gallina, Nerina Tosi y Paula Unzaga, y con ellas trajimos a Carlos Moreyra a Olavarría a un encuentro maravilloso al que vino gente de otras ciudades. En febrero de 2008 hicimos en Olavarría, también con mi maestro Carlos, el primer encuentro nacional de ceramistas, y partir de ahí empecé a trabajar con él y a viajar. Mientras que iba haciendo esto también seguía trabajando como Maestro Mayor de Obras, así que a la escultura me dedicaba a partir de las cinco de la tarde”.

El corte definitivo con la construcción lo hizo en el 2008, cuando tenía 32 años: “Ya no quería saber nada más con la empresa constructora, así que como había juntado unos pesitos eso me posibilitó encerrarme en casa para poder producir siguiendo la línea de mi maestro escultor Carlos Moreyra, que tiene que ver con la cerámica experimental”, comentó.

Seguir la línea no implica copiar ni imitar, sino nutrirse de la misma esencia. “Con toda la admiración que tengo hacia Carlos, que se aboca a lo que tiene que ver con las culturas precolombinas y tiene un conocimiento sobre la historia universal y de la cultura del arte mundial que asusta, yo nunca quise imitarlo, sino que fui haciendo mi propio camino a partir de mis inquietudes. Yo me aboqué a contar historias contemporáneas a través de la escultura”. Sus historias hablan, entre otras cosas, sobre el impacto de la globalización, la discriminación social, los valores humanos, la canibalización a la que lleva la sociedad de consumo y la importancia de conectar con nuestras raíces.

La cerámica experimental lo llevó a probar e inventar fórmulas a partir de jugar a combinar los elementos usando sus conocimientos, pero también dando rienda suelta a su intuición y a lo que en su corazón más le resonaba. Hoy Mauricio transita lo que muchos llaman el camino de la abundancia, en donde compartir es la clave para que el flujo de las cosas buenas no se detenga. “Más allá de que forma parte de mi genética y de mi forma de ser, el compartir es algo que está implícito en mi modo de enseñanza. Mi maestro Carlos tiene un dicho, al que adhiero absolutamente, que es `los secretos a la tumba no sirven de nada´, es por eso que todo lo que sé y aprendo lo comparto, porque ese es el camino que yo decidí transitar”.

Poco a poco convirtió su taller en un laboratorio. Junto con sus alumnos fue combinando diferentes materiales y desarrolló 12 fórmulas distintas para generar nuevas pastas. Sin embargo ese conocimiento no quedó encriptado, porque él es generoso: “Son fórmulas para compartir” sostuvo, porque sabe que “cada uno tiene algo que contar a través de esos elementos”.

En el año 2009, después de una exposición en Insurgente que se llamó “Caníbales, sociedad de consumo” lo convocaron del Centro de Día Amanecer para trabajar. Luego, en el 2011, lo llamaron de Helen Keller, y en el 2013 le dieron continuidad a sus proyecto de cerámica en la Casa de Helen, que es la escuela laboral a donde asisten chicos desde los 14 hasta los 21 años: “Los proyectos que hacemos con ellos son piezas únicas, de calidad, y están orientados básicamente hacia la arquitectura, hacemos placas para paredes, zócalos, guardas y bachas para baños” puntualizó (ver recuadro titulado “Ellos me están salvando”).

Mauricio recordó que hasta el 2008 no quiso vender ninguna de sus obras: “Quería tenerlas en mi primera muestra individual. La mayoría de las obras se las vendí a gente conocida, y eso, entre comillas, me da cierta tranquilidad, porque sé que es gente que las destinó a lugares especiales de sus casas. Eso es muy lindo, porque siento que cada obra es un hijo, todas son mis hijos de barro”.

“Las obras que voy realizando están documentadas en todo su proceso, desde el momento mismo de sacar el material en el yacimiento hasta que quedan terminadas. Eso es algo que me quedó de cuando trabajaba con mi papá en la construcción, que teníamos como costumbre ir sacando fotos de cada etapa para dejar todo registrado, de manera que luego se pueda ver cómo fue que se gestó”, acotó.

Si bien durante los últimos años realizó varias exposiciones que autogestiona, abarcó en “Latino Diablo” su prolífico recorrido: “Latino Diablo es un concepto general de obra que engloba todas las series que tengo, que está compuesta por Guerreros, Caníbales, Globalización, Los Inmortales, Los Extraños, y diferentes objetos tales como mosaicos y tambores africanos”.

Mauricio tiene muy presente que su trabajo es un volver al barro fundacional. “Hace miles de años el hombre empezó a hacer con arcilla cocida sus amuletos, las vasijas para la comida y el agua, las esculturas, todas esas son cosas que tienen como protagonista a la arcilla cocida y están ligadas absolutamente con la historia de la humanidad”.

“Podría estar haciendo talla en madera o en yeso, pero en mí el barro prendió, o mejor dicho, la señorita arcilla, como le digo yo, me aceptó, y en mi vida sucede todo esto que es maravilloso. Siento que estoy en un estado de gracia, porque trabajo de lo que me gusta”, manifestó sonriendo.

Tras destacar su sentir, hizo una breve pausa para reflexionar sobre la importancia que tiene uno de los procesos previos a la finalización de las obras: el horneado. “A mí me gusta agasajar y también mostrar que no estoy subido a ningún altar, por eso muchas de las exposiciones las inauguro horneando obras a partir de las diez de la mañana, recibiendo a la gente con café con leche y medialunas”.

Pero no todo queda en el horneado, también hay más cosas que forman parte de su ritual al momento de llevar sus obras al fuego: “Armo un horno de ladrillos en el momento, cocino con leña y como parte de la horneada también cocino yo para agasajar. Me gusta hacer comidas al disco, la vedette es el pollo con champiñones. Lo de cocinar al momento de hornear las obras lo aprendí de Carlos, mi maestro. Lo que yo hice fue sumarle el plantar árboles, porque como para hornear uso leña, planto árboles, pero no eucaliptos, sino frutales, porque significa alimento para el futuro. Y eso tiene que ver con una historia hermosa que escuché en el 2008, en el preforo de memoria e identidad latinoamericana, cuando Néstor Ganduglia, que es un licenciado en psicología social, contó sobre los Kuna, el pueblo originario de Panamá. El dijo que cada vez que había un nacimiento, en las aldeas lo que hacían era sepultar la placenta y allí plantar un árbol, así crearon el concepto de territorialidad a partir de reconocer que ese bosque era su territorio. A mí esa historia fascinante me quedó flotando, y en el 2011, cuando me convocaron para trabajar en Helen Keller, en las horneadas comenzamos a plantar frutales, y como allí hay talleres de cocina, cuando esos árboles dan frutos se utilizan”.

No se necesita ser muy perspicaz para darse cuenta de que Mauricio está plenamente feliz con lo que hace, pero su felicidad no se limita sólo a lo laboral, está rodeado de gente a la que ama y eso hace su experiencia de vida aún más plena: “Sé que no estoy solo en esta epopeya, porque vivo rodeado de gente hermosa”. Está con Gaby, con quien hace 4 años que están juntos, tiene a Doménico, su hijo de tan sólo un año y tres meses, y también ya viene en camino un segundo bebé que se llamará Pietro o Brunella, aunque la intuición tira más para Pietro. A eso se le suma el amor de sus padres Antonio y Elisa, el de sus cuatro hermanos, sus amigos y el de todos los chicos y grandes con los que compartir su saber y su sentir dando talleres.

Como buen hijo de tanos, Mauricio considera muy importantes los lazos familiares, por eso hay creaciones que nunca venderá. “Hay obras que son innegociables, que sé que van a quedar para mi familia, y otras que aún no están a la venta porque todavía no es el momento. Con `Los Guerreros´, por ejemplo, que comencé a hacerlos en el 2010, en varias muestras me los han querido comprar, pero no los vendo porque tengo en claro que todavía me faltan hacer 35 guerreros más, a los cuales les sacaré fotos y luego vendrá la exposición”.

En su mundo, en su realidad, todo se va interrelacionando porque es así como él prefiere que sea, por eso cada cosa nueva que aprende trata de plasmarla a la hora de amasar, crear, hornear e interactuar con sus alumnos, porque es así como su cerámica experimental funciona, incorporándole nuevos elementos que le aporten vuelo y magia.

“Estamos bajo un marco totalmente enfermizo, Ernesto Sábato decía que el mundo se va al abismo, y estamos ahí a medio metro, pero sin embargo hay un montón de señales positivas de que en realidad no queremos que se vaya todo al abismo. Yo me siento parte de esta historia y trato de que la gente que quiero y la que se va sumando también sea parte del cambio, porque el cambio debe partir de nosotros mismos, ya que a uno que le corresponde dar el gesto que no ve, y que está esperando”, sostuvo.

Tal vez pocos sepan que sus obras también son maquetas que contienen la esencia un sueño mucho mayor, que alberga la esperanza de que algún día se pueda crear en Olavarría un parque de esculturas gigantes, de todo el mundo, dentro de cuyas estructuras los chicos puedan jugar.

Con sus obras Mauricio cuenta historias, trabaja para “revertir lo que como sociedad nos duele” a partir de ayudar a que aflore el lado más luminoso de la vida, por eso se mueve de manera coherente, escuchando su corazón, de manera que sus pasos dejen huellas claras que orienten hacia el camino que conduce a una nueva humanidad: “Quiero más de esto y voy a ir por más de esto, porque sé que esto mismo que me hace bien a mí, también le hace bien a mucha gente, y siento que esto está alineado con mi misión”, dijo a modo de cierre.

En sus exposiciones se pueden ver obras que conjugan la belleza y la armonía, sin embargo quienes estén más abiertos y receptivos sabrán que las recubre un bello halo que irradia hermosos sentimientos y las mejores intenciones para que aflore la conciencia ecológica, la importancia de incluir, la necesidad de compartir, el ser sensibles antes las problemáticas sociales y el poder anclarse en la tierra para echar firmes raíces que se nutran de los valores humanos.

Quienes lo conocen saben que Mauricio D’Amico no es sólo un escultor, también es un maravilloso artesano que producto de la pasión y la calidez que transmite en su hacer ayuda a sanar a través del arte. Sí, su arte sana, también religa y hermana por amor a la humanidad, de ahí que con la magia de su vuelo artístico vaya creando luminosas espirales ascendentes que le otorgan la clara visión del águila.

(Fotos: Tomás Pagano + imágenes brindadas por Mauricio D’Amico)

En “Latino Diablo” Mauricio abarcó su prolífico recorrido: “es un concepto general de obra que engloba todas las series que tengo, que está compuesta por Guerreros, Caníbales, Globalización, Los Inmortales, Los Extraños, y diferentes objetos tales como mosaicos y tambores africanos”, explicó.

Aquí puede verse un avance de la impecable producción realizada por Tres R Audiovisuales sobre «Latino Diablo»






Eduardo Galeano, un gran referente:  Mauricio es un gran admirador de Eduardo Galeano, al punto de que en Helen Keller, en el espacio denominado “Niños Escultores” (que impulsa desde el 2011), cada proyecto anual lo arranca con un texto de Galeano. «Para mi Galeano representa claridad, poesía, es un gran humanista por el cual siento una profunda admiración, son esos tipos referentes que lamentablemente se nos van muriendo, aunque afortunadamente nos queda su legado», sostuvo.

En septiembre de 2013 Mauricio escribió en facebook: “Hoy es el cumpleaños del querido y admirado Eduardo Galeano, éste es mi homenaje en remera pintada a mano. Eduardo Galeano: «Ritmo caliente que quema en los dientes, veneno en las venas no puedo parar. Ritmo caliente pueblo soberano, cenizas volando en los vientos del sur, corre que corre que corre que vuela…» Las Venas Abiertas de América Latina (canción, Los Fabulosos Cadillacs).

En las siguientes imágenes puede verse a la izquierda la remera que pintó Mauricio, a la derecha una de las frases que Galeano le escribió cuando mantuvieron correspondencia, sobre la cual él destacó en facebook: «Galeano me lo dijo allá por el año 2009, cuando le escribí y envié fotografías de mi labor escultórica. Le hice caso y se lo seguiré haciendo». Y en la foto que está más abajo puede verse uno de los cuadros que tiene colgados en su taller.

Por último te compartimos algunos de los escritos de Mauricio D’Amico

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4 comentarios

  1. Mauricio, te admiro profundamente. Te conozco hace años y te veo cada vez mejor, cada vez más brillante. Seguí así. ¡¡Muchas felicidades!! Abrazo inmenso.

  2. Me encantaron tus obras y tu historia. hace 15 años me inicié con la cerámica, especialmente la roja. Quería regalarle a mi madre para sus ochenta años una fuente de fengShui y no conseguía en esa época lo que yo quería o sea un paisaje que se ajustara al fengShui y sus elementos en su respectivo orden. Como no lo conseguí, puesto que todas las fuentes eran redondas, opté por aprender a hacer mis fuentes. Se me rompieron unas cuantas al principio, luego aprendí cómo hacerlas sin que se rompieran. Hice una para mi madre y para hijos y amigas. Luego incursioné por el dibujo artístico y plástica en general. Te felicito por todos tus trabajos y por el ser especial que sos. Tengo 68 para 69 años y mi vida es el arte. Jamás cobré por ninguno de mis trabajos porque en principio lo hago porque amo hacerlo y segundo porque no necesito cobrar para vivir. También doné algunos trabajos. En especial amo pintar universos, galaxias y me permite transportarme a otras dimensiones. Mil gracias por mostrar tus trabajos y vida, te deseo lo mejor para vos y para todos los tuyos. ¡Exitos!

  3. Excelente lo de Mauricio, admirable su trabajo, le deseo lo mejor en su vida y a su familia.

  4. Excelente nota, soy Olavarriense y mis antepasados contribuyeron a su fundación, nunca había pensado en Olavarría como cuna de la humanidad, como origen de lo ancestral. Me encanta trabajar la arcilla, aunque lo he hecho poco y no conozco la técnica. Gracias por hacer conocer esta obra, su autor y difundirla por la red.

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