Biodanza, la danza que invita a florecer

Biodanza, la danza que invita a florecer

Ivana Fernández Treviño y Marcelo Suárez . (Fotos: Tomás Pagano)

Biodanza nació de la falta de afectividad para devolverle al mundo la gracia, la sensibilidad y la belleza, de la mano de un destello de amor infinito que se expande y multiplica entrelazando corazones en la danza poética de un mágico encuentro que revitaliza, sana, equilibra y hermana e invita a vivir en la paz de la unidad. Olavarría ya cuenta con muchos biodanzantes, por eso fuimos en la búsqueda de quienes tuvieron el coraje de hacer latir en nuestra ciudad ese primer pulso que hoy hace que cada día sean más quienes eligen esta movilizadora herramienta de autoexploración que libera el potencial humano y ayuda a florecer danzando.

“Sueño con una humanidad que se abraza y se besa con alegría de vivir, donde la soledad no existe como sentimiento, donde cada uno reconoce la sacralidad del otro. Un mundo donde poder conectarnos a través de la mirada, el abrazo y el movimiento natural, ya que el cuerpo habla en forma más elocuente que las palabras. Y sé que esto es posible, sólo es necesario que no sea el sueño de uno solo, sino una visión de muchos”. Esas palabras fueron lanzadas al universo por Rolando Toro Araneda, el creador de biodanza. Ivana Fernández Treviño y Marcelo Suárez sintieron el llamado y decidieron sumarse a la revolucionaria visión de ese hombre, nacido en Chile, que con su amor por la humanidad trajo luz al mundo.

Podríamos comenzar esta nota hablándote sobre los innumerables beneficios de biodanza, sin embargo, como preferimos hacer foco en lo humano, primero te vamos a contar qué fue lo que Ivana y Marcelo vivenciaron antes de ser biodanzantes y llegar a fundar el “Centro Biodanza”, la primera escuela biocéntrica de Olavarría que está formando facilitadores desde marzo del 2012.

“Hace 18 años estaba en un proceso de búsqueda. Algo en mí me decía que tenía que indagar por otro lado. Si bien vengo de una familia con muchas libertades en el arte, la expresión, así como en la diversidad, todas esas libertades que tuve en la infancia es como que me las fui olvidando a partir de irme poniendo corazas. Perdí a mis padres a los 15 años y a partir de ahí es como que me fui metiendo para adentro y llegué a una instancia de anorexia a partir de trastornos en la alimentación. Todo eso hizo que buscara cosas para poder sanar mi alma. Mi primer contacto con la inteligencia cinestésica fue a través de los talleres de expresión corporal que daba Carolina Doartero en la Municipalidad y luego en su taller. Ese fue mi puente para todo lo que vino después”, así comenzó Ivana a relatarnos su proceso de transformación.

Mientras ella hablaba, Marcelo la escuchaba muy atentamente al igual que nosotros: “Simultáneamente mi terapeuta me invitó a hacer unos talleres de sensopercepción en Buenos Aires, y estando allí un amigo me invitó a una sesión de biodanza. Al lunes siguiente me volví a subir a un colectivo para regresar a Buenos Aires y vivenciar una clase de dos horas. Esa primera vez que tomé contacto con la biodanza sentí que hubo un antes y un después en mi vida. Para mí fue impactante llegar al lugar y ver que había personas de todas las edades que se fusionaban en abrazos eternos. Al verlo dije `yo quiero esto´, porque quería volver a recuperar esa libertad que había tenido en mi primera infancia. Así fue como empecé con biodanza. Viajaba todos los lunes a Buenos Aires a tomar clases, y casi al mismo tiempo, mientras trabajaba como maestra jardinera, empecé la formación para ser profesora de biodanza”.

“En el medio pasaron muchas cuestiones a nivel personal, porque me separo, se reestructura mi familia y aparecen en el medio un montón de crisis simultáneas que hacen que en vez de quedarme metida en un pozo de oscuridad, como me había sucedido anteriormente cuando llegué a la anorexia al fallecer mis padres y quedar en un agujero existencial con mi vida, me empecé a fortalecer y me di cuenta de todo lo que estaba aprendiendo en este nuevo camino de la biodanza, en donde una de las columnas vertebrales que tiene el sistema es la reconexión con el principio de vida de cada uno, que es el principio biocéntrico. A través de la biodanza me fui dando cuenta que me fortalecía, que todo mi sistema inmunológico en vez de deprimirse se potenciaba y tenía muchas ganas de vivir a pesar de todas las situaciones que estaba vivenciando. Todo eso me llevó a tomar las decisiones con calma y serenidad y aprendí a confiar en el destino, sabiendo que todo estaría en el lugar que se merecía estar”, dijo Ivana, quien hoy es la directora del “Centro Biodanza” que funciona en la calle Moreno 1157.

Por ese entonces en Olavarría no había nada sobre biodanza y a Ivana se le estaba complicando viajar tanto a Buenos Aires para hacer el profesorado y simultáneamente tomar clases. “En ese momento que yo estaba haciendo la formación, el director de la escuela y también la directora, Verónica Toro, que es la hija de Rolando Toro (el creador de biodanza), me dijeron que era importante que para que tuviese una profundización en mi proceso personal haya una sistematización en cuanto a mis clases regulares, así que ellos invitaron a Norberto López un profesor que es un excelente facilitador de biodanza, que vino durante cinco años a Olavarría y fue quien en el 2001 abrió las puertas de la biodanza en nuestra ciudad dando clases”, destacó.

“A a finales del 2004 nos recibimos de profesores y comenzamos a dar clases grupales -manifestó Ivana-, y desde hace cuatro años formas una escuela de biodanza, en donde el 5 de diciembre se titulan 15 profesores de biodanza, de diferentes lugares de la provincia, ya que actualmente a la escuela viene gente de Bahía Blanca, Mar del Plata, Buenos Aires, Azul, Bolívar, Ayacucho, La Madrid, Laprida, Tandil y Pehuajó”.

Los primeros pasos que llevaron a que Ivana entrara en contacto con biodanza estuvieron signados por un proceso de búsqueda en momentos de crisis, y el caso de Marcelo Suárez, en esencia, también fue muy similar: “Empecé biodanza por invitación de mi amiga Inés Fitte, cuando Norberto López ya llevaba un año dando clases en Olavarría. Con Inés éramos compañeros de trabajo en la Escuela de Artes Visuales y ella ya venía tomando clases así que me invitó a compartir una clase. Por ese entonces, a mis treinta y pico de años yo estaba atravesando una crisis existencial porque no tenía una perspectiva muy clara de lo que quería hacer, me veía envuelto en una rutina diaria y también pasaba por un momento de crisis de pareja”, narró.

“Recién fui la tercera vez que me invitó, ya que al principio me parecía medio ridículo y lo asociaba con la danza contemporánea, y como varón tenía muchos prejuicios a ir a un espacio de ese tipo. Por eso al principio me resistí hasta que en la tercera invitación acepté ir, y la primera clase que tomé con Norberto me maravilló la afectividad que se desarrollaba en una clase de biodanza. Hasta ese momento, mi única forma de expresión, en donde podía canalizar mis emociones era a través del dibujo, pero esa es una forma de meterse mucho para adentro, y biodanza una de las cosas que tiene es que te permite expresar las emociones hacia afuera”, manifestó Marcelo, con una cálida expresión que evidencia lo bien que le vino el cambio.

“Realmente me fascinó tomar clases y ahí fue que la conocí a Ivana y me enamoré. Lo primero que me pasó cuando fui a tomar una clase de biodanza fue encontrar un espacio que me pertenecía, que era un espacio para mí, que me permitió olvidarme de todo mi entorno y empezar a mirarme a mí mismo. Eso fue lo primero que me maravilló. Después la conocí a Ivana y descubrí una forma de amar distinta, mucho más afectiva, de compañerismo, y también tuve la inquietud de formarme, no para llegar a ser un facilitador de biodanza sino como para profundizar en mis cuestiones personales, así que me fui a una escuela en San Antonio de Areco, distinta a la escuela en donde se formó Ivana. Fui ahí porque el perfil del profesor, Jorge Terrén, tenía que ver más con lo chamánico y bien de conexión con la Tierra, que era algo que me siempre me fascinó desde chico”, comentó.

“Estuvo bueno porque los dos hicimos nuestros procesos en distintas escuelas y eso nos permitió enriquecer nuestro Centro. De todos modos, antes de crear el Centro de Biodanza en Olavarría fuimos dando clases. Al principio yo la ayudaba a Ivana cuando ella le daba biodanza a los niños. Por ese entonces accedí al puesto de director de la Escuela de Artes Visuales e hice una capacitación en educación biocéntrica, que es trasladar toda esta cuestión vivencial de encuentros y de pensamientos complejos a ámbitos educativos o a instituciones. Ahí comencé mis primeras prácticas con adolescentes, que eran los mismos estudiantes de la escuela, dando talleres extracurriculares ad honorem. Fueron cinco años de experiencias maravillosas con los pibes”, indicó Marcelo

“La educación biocéntrica es una extensión de la biodanza. La biodanza tiene varias extensiones que son llevadas a distintos ámbitos por medio de un marco teórico, pero principalmente por medio de la metodología de las vivencias. En ese sentido, la biodanza llevada a las instituciones se focaliza en la educación biocéntrica, pero dentro de la biodanza hay muchas otras extensiones. Por ejemplo, para conectar con la naturaleza está la identidad y los cuatro elementos, también hay extensiones relacionadas con los niños, los ancianos, las personas con enfermedades terminales, los miedos existenciales, etc., son extensiones específicas para determinadas situaciones, en donde todo gira en torno con el estar en el aquí y ahora, y el encuentro humano. En mi caso, por estar en ese momento vinculado a la educación, mi primera extensión dentro de la biodanza fue la educación biocéntrica. Primero fue como chocar contra la pared, pero al darle tiempo y dejar que las cosas fluyan se fue generando un clima de armonía, que es lo que uno busca en cualquier institución, así como el sentido de pertenencia, el compromiso y la empatía, entre otras cosas”.

Así fueron, a grandes rasgos, los pasos iniciales que Marcelo e Ivana dieron para llegar a crear en Olavarría el “Centro de Biodanza”, el cual según Marcelo “fue un sueño de Ivana que tuvo desde siempre”, ya que «no todos tenían la posibilidad de viajar hasta Buenos Aires para poder formarse como facilitadores de biodanza».

“En ese momento, yo tenía todos los requisitos que pedía la fundación IBF (International Biocentric Foundation), que es el sistema al cual nosotros estamos adheridos, y me dieron el permiso para abrir la escuela, ya que era profesora de biodanza y también tuve que hacer un pos grado especial con Rolando Toro, en Chile”, destacó Ivana.

Previo a la apertura de la escuela de biodanza, Ivana y Marcelo estuvieron dando clases en la Universidad de Tandil para 60 alumnos, también estuvieron en Bolívar donde el municipio los contrató para que cualquiera que quisiera hacer biodanza lo hiciera gratis, lo mismo sucedió en Azul durante dos años. Todas esas fueron las experiencias previas que los decidieron a concretar el proyecto de la escuela de biodanza. “Cuando uno comienza a transitar el camino de la biodanza el otro se convierte en un hermano -dijo Marcelo-, así que todas las personas que fuimos conociendo nos motivaron para que hagamos realidad la escuela de biodanza”.

Preguntarle a Ivana qué incluye la escuela de biodanza entre sus temáticas fue una pregunta obligada debido a nuestro desconocimiento sobre qué se puede aprender en un centro que forma a facilitadores como el que ella dirige: “La escuela de biodanza incluye cuatro años de formación, sin embargo a los dos primeros años nosotros los llamamos escuela de vida, porque es una instancia en donde cada uno puede entrar en contacto con lo que necesite ver de su mundo emocional, su mundo familiar, su mundo vincular, etc. Es una gran revolución a nivel humano lo que sucede durante esos dos primeros años porque son muy movilizadores y permiten romper con viejos patrones y hábitos. La persona va encontrando herramientas y recursos que cuentan con un sostén teórico por cada módulo que se realiza en cada fin de semana de escuela. Se abordan aspectos psicológicos, biológicos y fisiológicos, para que uno, en primer lugar, pueda entenderse y reconocer lo que le sucede a nivel personal”.

Biodanza ayuda a conectar con el aquí y ahora, y según nos explicó Ivana, “una de las definiciones que tiene la biodanza es que es un sistema de integración afectiva, de renovación orgánica y de reaprendizaje de las funciones originarias de vida, que permite volver a reconectarte con las sensaciones cinestésicas primarias que todos tuvimos y que algunos, por algunas cuestiones de la vida o traumas existenciales, las bloqueamos”.

“La primera parte de la clase de biodanza tiene un pulso muy adrenérgico, de conexión con la vida, y se caracteriza por su ímpetu vital, las ganas de vivir y el reconocer quién uno es. Después la clase empieza a tener una curva existencial en donde se empieza a entrar en una profundidad mayor a partir de la música, la luz, la palabra de la persona que está facilitando el encuentro y la danza. Todo te invita a entrar en un estado de conexión con lo colectivo y de trabajar más el inconsciente personal, de ese modo uno se va reconectando con las primeras protovivencias, con situaciones de la infancia, el traer recuerdos al aquí y ahora, todo siempre desde un lugar positivo, porque en biodanza el que facilita siempre lo hace desde un lugar de positividad”, subrayó Ivana.

“La biodanza es maravillosa -sostuvo- porque permite reconectarnos con nuestro ser afectivo, también nos permite sacar nuestro tigre existencial para poder aprender a poner límites, decir no, cuidar nuestra esfera luminosa y empoderarse. Todo esto tiene que ver con esa primera etapa de conciencia e identidad en donde entre otras cosas se aprende que el límite también es amor. Otras de las cosas que trabajamos muchísimo en la primera etapa de aprendizaje son los cuatro acuerdos Toltecas y también está muy presente el juego, porque el rescate del niño interior es fundamental para poder conectar con esa alegría que es innata en cada uno de nosotros y también para sanar al niño interior”.

“El mensaje de biodanza es positivo y de luz, pero por supuesto que muchas veces para acceder a esa luz uno primero debe transitar algunos matices de grises y sombras, pero no hacemos hincapié en esa oscuridad sino que siempre apuntamos a un mensaje positivo, y cada uno accede ahí fluyendo y acompañado por el grupo, que es muy importante en biodanza, porque es una matriz de crecimiento”, agregó Marcelo, para quien “crear la escuela fue como abrir un vórtice, un pulso de amor”.

Al momento de hablar sobre las diferencias generacionales y las barreras que limitan el contacto con la biodanza, Marcelo fue muy claro en sus apreciaciones: “La biodanza está inspirada y creada por Rolando Toro para todas las personas, pero por las propias limitantes emocionales no todas las personas pueden acceder a biodanza. Por eso en líneas generales la persona que tiene entre 30 y 45 años y entra en contacto con biodanza generalmente antes ha probado otras técnicas y está en un proceso de búsqueda o necesita hacer cambios en su vida, y llega como quien accede a un último recurso de prueba. Lo maravilloso que tiene biodanza hoy es que los jóvenes acceden a biodanza no porque tienen dolores o mochilas muy pesadas y quieren cambiar, ellos lo hacen porque quieren encontrarse desde un lugar afectivo con sus iguales. En este momento hay un pulso de gente joven impresionante. Estos jóvenes son los que van a hacer que biodanza no sea una técnica para sanar sino que sea lo que realmente es: una inspiración del encuentro humano”.

“Los jóvenes viene con otro grado de apertura por eso evolucionan más rápido en grupo y están llevando a la biodanza a nuevos estadíos. Como uno de los ejemplos podemos citar la propuesta maravillosa que un grupo de profesores de biodanza, muy jóvenes todos, están realizando en Buenos Aires en las escuelas de la Villa 31, con logros impresionantes en tan sólo un año de trabajo”, comentó Ivana.

Retomando el tema de las barreras internas que deben sortearse para incursionar en la biodanza, Marcelo aclaró: “Hay que tener mucho coraje para venir y ser un participante de biodanza. Coraje en el sentido de tener ganas de conocerte a vos mismo. Hoy la barrera de acceso a experimentar la biodanza está dado por el encuentro humano y el contacto. Lo pongo en ese orden porque lo primero que nosotros proponemos es el encuentro humano a través de la mirada, y aunque pueda no parecerlo la mirada es la gran barrera porque conecta con el alma y se dicen más que mil palabras, de ahí que sea una limitante muy fuerte el poder mirar al otro desde el corazón, libre de prejuicios, y reconocer en el otro a un hermano, a un igual. La otra limitante es una herramientas que es muy terapéutica, no sólo en biodanza sino en muchas otras técnicas, y es el abrazo integrado, en donde todo nuestro cuerpo se fusiona con el del otro. Eso también es muy limitante porque en nuestra cultura el contacto de los cuerpos nos remite a un encuentro sexual, de ahí aunque muchas personas reconozcan que no tienen problemas en abrazar a sus familiares pero les resulta difícil hacerlo con desconocidos. Cuando uno puede superar esta última barrera se da cuenta de la gran necesidad que todos tenemos de abrazos, porque el contacto corporal es la primera protovivencia que tenemos y eso está todo registrado en nuestro cuerpo. Por eso si uno tiene fuerza como para vencer esas barreras se accede a un potencial ilimitado, sobre todo porque el trabajar en grupo te potencia”.

Con respecto a lo señalado por Marcelo, Ivana destacó una variante que a muchos de los que inicialmente se muestran temerosos los incentiva a probar: “Para llegar a un encuentro más fusionado con el otro se va dando una progresividad, por eso hay un grupo inicial, que se conforma con las personas que no tienen ni idea de la biodanza, con el cual durante todo el año se va muy progresivamente hasta llegar, por ejemplo, al encuentro de una mirada sostenida luego de un período de cuatro meses. De ahí que sea tan importante la regularidad en la asistencia, dado lo sistemático de esta propuesta. Pasada esta etapa se pasa a un grupo de profundización, que permite una integración absoluta con el otro”.

La biodanza no sólo es concebida como un camino de autoconocimiento, también es considerada una poderosa herramienta que ayuda a evolucionar. “Vemos que los psicólogos y psiquiatras están recomendando a las personas que vengan a biodanza porque lo que las personas movilizan en una sesión de biodanza les permite avanzar en terapia un montón. De todos modos, cuando las personas vienen a las entrevistas iniciales aclaramos que nosotros no somos terapeutas, ya que el título de biodanza es un título que te habilita para facilitar grupos de personas a través de una movilización de emociones, por eso todo aquello que tenga que ver con la interpretación de lo que a la persona le sucede nosotros siempre sugerimos que, en caso de necesitarlo, simultáneamente se haga un acompañamiento terapéutico con el profesional que corresponda”, sostuvo Ivana.

Para poder danzar sin que el clima de armonía y celebración se rompa, Marcelo aclaró hay que tener algunos puntos bien presentes: “Al transformar este espacio en un laboratorio de experimentación y crear un ambiente enriquecido manejamos algunos códigos de ética que tienen que ver con el sistema. Uno de esos código es, por ejemplo, que lo que sucede dentro de este salón queda en este espacio, no porque los ejercicios que hagamos en biodanza no se puedan contar, al contrario, nosotros motivamos a que cuenten las experiencias que han tenido en biodanza, pero las emociones que aquí transcurren tienen que quedar acá. También es importante el respeto por los momentos en donde se utiliza la palabra y aquellos en donde no se utiliza la palabra, porque son mecanismos de defensa para no acceder a la emoción. Otros de los códigos de la biodanza radica en no proyectar en el otro lo que estoy sintiendo, ya que el otro lo que en realidad hace con su reflejo es ayudarme a que yo experimente esas emociones y por lo tanto debo hacerme cargo. También hay un código que tiene que ver con la asistencia, porque las clases no se arman porque sí, sino teniendo en cuenta, entre otras cosas, la lectura grupal y si se falta se rompe con la dinámica progresiva del grupo”.

Biodanza es un camino hacia la nueva humanidad, que permite ser parte activa del cambio. Marcelo así lo siente: “El amor revoluciona mucho más que las guerras, por eso confiamos en que biodanza en el corto plazo será considerada como la gran técnica, un pulso que nos ayudará a humanizar porque básicamente lo que propone es el encuentro con el otro y verlo como un igual. En el espacio de biodanza uno no está haciendo un trabajo individual, yo me puedo conocer y redescubrir porque el otro está delante de mí, y antes de ayudar a ese otro primero uno tiene que estar bien con sí mismo porque sólo podemos dar y compartir desde un lugar de amor y de salud. De ahí que primero me conozco y luego doy desde ese lugar auténtico en donde soy sin máscaras, y cuando eso sucede en el aquí y ahora de la autenticidad lo que se da es muchísimo y lo que sucede es maravilloso; por eso uno de los módulos de la escuela está basado en la convivencia para tomar conciencia sobre la importancia del compartir. De ahí que lo que más se aprende en una escuela de biodanza, más allá de la propuesta teórica, que es muy interesante, y la vivencial, que es la que atraviesa la teoría, es lo que sucede en la convivencia humana”.

No quisimos despedirnos sin que cada uno nos diga qué fue lo que aprendió gracias a biodanza. Ivana fue la primera en responder: “En lo personal la biodanza me permitió recuperar todo lo que mis viejos me dejaron y después ver que la familia tiene otra dinámica y que los vínculos tienen otras dimensiones. La biodanza es una disciplina sin fronteras, yo hoy estoy acá y ayer me llamaron de Chile para ir a trabajar el año que viene, también me llamaron de Corrientes y de Santa Fe, y es como que todo se empieza a transformar en un pulso multiplicador, por eso siento que mi vida se multiplicó y tengo una familia enorme que tal vez no tiene rótulos de nombre o filiación, pero sí unidos por el afecto, la hermandad y las necesidades del encuentro con el otro. La biodanza pasó a formar parte de mi vida cotidiana”.

Marcelo, por su parte dijo: “En mi caso en lo que más me ayudó la biodanza fue a empoderarme y a mostrar mi autenticidad al permitirme ir sacándome un montón de máscaras y mostrarme tal cual soy. La biodanza también me permitió conectar más con mi ser natural, porque yo realmente era un hijo de la ciudad del cemento y ahora para mí es fundamental sentir el contacto con la naturaleza y sentir que soy naturaleza, eso es esencial en mi vida en este momento. También me ayudó a comprender que no sólo puedo amar a mis afectos sino que mi amor es ilimitado, y que si uno da amor desde la abundancia se recibe todavía mucho más. Siento que amo a muchísimas personas de las cuales no conozco nada de sus vidas sino sólo las conozco del encuentro, y esos encuentros me producen sensaciones de amor. Eso me fascina, me encanta muchísimo. Y también en lo que me ha ayudado mucho biodanza es la vivencia del presente, el estar centrado en el aquí y ahora. Además siempre voy a estar agradecido a biodanza porque fue lo que me permitió conocer a Ivana y a sus hijos y eso me complementa”.

Para acceder a un nuevo estado de conciencia y armonía uno tiene que hacer algo diferente a lo que hasta ahora vino haciendo de manera rutinaria, de lo contrario el resultado será siempre el mismo, por eso Marcelo quiso dejar planteada, por último, una invitación: “A mí me emociona sobre manera cuando veo a mis compañeros acceder a este mundo emocional y sanador por donde se lo quiera mirar, por eso me gustaría dejarles un invitación para los varones, para que se animen a experimentar y experimentarse, conectando y reconociendo su parte sensible, para enriquecer la masculinidad. Quiero invitarlos a que se animen y tenga el coraje de probar, porque el varón cuando conoce la biodanza, la comprende y la puede vivenciar, se transforma en un excelente multiplicador”.

Ivana también se sumó a la iniciativa de Marcelo. “Dentro de cada uno de nosotros está la grandeza humana y muchas veces no la podemos reconocer -puntualizó-, por eso invito a quienes tengan ganas de acercarse a que vengan a reconectarse con esa grandeza humana en este espacio vivencial, muy cuidado, en donde las emociones van a estar presentes para que cada uno pueda autodescubrirse, porque el gran encuentro es a través de la poética humana con el otro, que es ahí en donde está el gran aprendizaje”.

Rolando Toro sintió y visionó que si había un número significativo de seres humanos que conectaran con lo más puro de su esencia a través de la danza, la masa crítica de biodanzantes cambiaría definitivamente a toda la humanidad, fusionándola en un abrazo colectivo desbordante de luz, amor y paz. Ivana y Marcelo no están solos en esta luminosa patriada. En Olavarría ahora también hay varios profesores de biodanza, tales como Liliana Alberdi (madrina del segundo ciclo de formación del «Centro Biodanza» y una de las primeras alumnas de los grupos regulares), Célica Eiroa, Mónica Nuñez, Alicia Gómez, Silvia Dimartino y Gonzalo Fichera, que pulsan para que la cristalina visión de Rolando se haga realidad, de manera que todos podamos trascender la ilusión de separación, para experimentar la indescriptible grandeza de sentirnos Uno.

Biodanza es una invitación poética a florecer. Es una bella y cálida manera de encarnar la luz del nuevo amanecer, en donde la afectividad, la hermandad, los valores humanos, el equilibrio y la alegría del reencuentro permiten expresar y entrelazar los vívidos colores de nuestros dones y talentos, para que caiga definitivamente el viejo y oscuro telón que genera la falsa sensación de que todo está perdido. Biodanza es movimiento, es amor en acción, es un potente y revolucionario pulso de luz, lleno de vida y abundancia que anima a que seamos más conscientes, sensibles y humanos, de manera que la llama interna que portamos sea una mágica fuente de armónica inspiración.

(Fotos: Tomás Pagano + facilitadas por Ivana Fernádez Treviño)

En el contexto de lo que fue en Olavarría la celebración  del Día Internacional de la Conciencia Ambiental, hubo actividades relacionadas con la biodanza

Está Bueno que sientas a Rolando Toro Araneda, el creador de biodanza : )

 

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4 comentarios

  1. Nadia

    Hola queria preguntar donde esta el centro de biodanza, que dia se hace, en que horario y cual es el costo. Muchas gracias.

  2. Hola, estoy interesado en hacer biodanza con mi pareja. Me podrían informar? Muchas gracias
    Dani

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