Tras varios años de activismo, lucha, militancia y visibilidad, Florencia Magnaterra vive hoy una etapa más íntima, de repliegue, asimilación e integración, que le sienta muy bien. Se la ve feliz, radiante y serena, disfrutando de todas las cosas que le permiten conectar con su sensibilidad a través de la lectura, el piano, la escritura, la fotografía, el arte, las clases de yoga y el contacto con la naturaleza. Te invitamos a conocer su valiente historia, que ayudó a que en Olavarría la diversidad sexual pudiese expresarse y se hablara de lesbianismo sin temor al qué dirán.
“Se puede trabajar también desde otros lugares, sosteniendo una posición en el mundo, una palabra, una militancia a través de la vida cotidiana que te permita integrar los ámbitos más cercanos y familiares”, así comenzó a describirnos la nueva realidad que está vivenciando.
Florencia fue al ex Colegio Nacional, y recuerda lo que sentía en esa época de este modo: “Hasta los 17 ó 18 años no entendía bien lo que pasaba con mi sexualidad, y toda esa energía que no sabía cómo encausar la canalicé en el deporte, a tal punto que en el año 92, en las olimpíadas estudiantiles, fui distinguida como Mejor Deportista”. Jugó al hockey, al sóftbol, al vóley, hizo remo, tenis, atletismo y padle. Era una época en donde todo lo que sentía, que aún no podía expresar, tenía que liberarlo de algún modo, y el deporte fue su gran vía de descompresión.
“Durante esa etapa, en ninguno de mis espacios sociales, llámese familia, colegio o amigos encontré la referencia de la diversidad sexual y hasta ese entonces nunca había escuchado la palabra lesbiana. Fue una época en donde sentía atracción por las mujeres pero no podía pasarlo por la cabeza, y tampoco era una experiencia que me la permitía vivir, ya que en ese momento ni en televisión se mencionaba la palabra lesbiana. No había referentes. En ese tiempo escuchaba la música de Sandra Mihanovich porque me parecía que sus letras algo me decían, pero ella aún no había manifestado públicamente ser lesbiana. Era un tema del que nadie hablaba”.
Para tratar de obtener mayor claridad sobre lo que interiormente sentía, Florencia recurrió a sesiones de terapia, sin embargo no fue hasta el verano previo a irse a estudiar a Buenos Aires que su panorama se volvió más nítido y se animó a dar su primer paso. “En ese verano me encontré con una flaca que era más grande que yo, que era lesbiana asumida, con la cual tuve una historia porque sentí algo por ella”.
Si bien Florencia tiene en claro que cada caso es muy particular, sostiene que “en líneas generales en los pueblos o ciudades chicas las personas emigran hacia otros lugares, dando lugar a lo que se denomina sexilio (término acuñado por el sociólogo puertorriqueño Manolo Guzmán, que se refiere al fenómeno por el que personas con identidades distintas a la heterosexual se ven obligados a emigrar de su barrio, su comunidad o su país por persecuciones hacia su orientación sexual), pero en mi caso me fui a Buenos Aires para estudiar Comunicación Social”.
Capital Federal fue el comienzo de su liberación, sin embargo durante los primeros años le costó. Fue una etapa muy silenciosa. “Sobre lo que me pasaba no me animaba a hablarlo con mis amigas ni con mi hermana que vivía conmigo. Me sentía paralizada, no lo podía racionalizar. Era más bien un mambo mío, ya que todas las realidades son distintas. Incluso hoy en día, a pesar de las leyes, de todo lo que está dicho y expuesto en la televisión, y de la mayor cantidad de referentes, también pueden haber adolescentes que no pueden abrir la boca y están sufriendo porque no se animan a decir que le gusta un chico o una chica”, sostuvo.
Sobre ese punto le preguntamos qué tenía ella para decirle a quienes se encuentran en esa situación, y su respuesta fue muy expresiva: “Qué se animen, que hagan, que vivan sus vidas, porque es muy cruel reprimirse y tener que ocultar una parte de tu realidad”.
Al principio Florencia se movió sola tratando de explorar ese nuevo mundo que ofrecía una gran urbe como Buenos Aires, y poco a poco se fue fortaleciendo. Una de sus mejores amigas, a quien ella no le había dicho nada, intuitivamente le presentó a otra amiga suya que era lesbiana. “Lea fue mi primera pareja, en ese entonces yo tenía 25 años. Con ella fuimos a La Fulana, un espacio de mujeres que aman a mujeres. Y de ahí empecé a militar. Trabajé en una revista, y eso me acercó a muchas otras mujeres y espacios feministas”.
Su militancia la llevó a formar parte de la Lesbianbanda. “En esa banda de percusión éramos todas lesbianas e íbamos a las marchas y encuentros de mujeres, la Lesbianbanda representaba, sobre todo, un gesto de visibilidad y demostración sonora”.
Todas esas experiencias de vida la fueron empoderando y le hicieron ganar en visibilidad. Terminó de cursar la carrera de Comunicación Social y se quedó viviendo en Buenos Aires, hasta que llegó el momento en que con una nueva pareja, en el año 2009, sintió que ya era tiempo de volver a Olavarría. La decisión no era fácil, porque implicaba también venir a militar. Su familia ya estaba al tanto de su realidad, y por ese entonces estaban viviendo el proceso gradual de aceptación. “Para mí fue muy importante hablar con mi familia estando en pareja, eso me fortaleció mucho porque les pude decir que también estaba muy feliz con la decisión de vida que había tomado”.
Su llegada a la ciudad prácticamente coincidió con el Festival FICO, donde tuvo la oportunidad de presentar un corto titulado «Lesbianbanda, abriendo grietas en el silencio». Así fue conociendo más gente del medio local, y en noviembre de ese año junto con varios olavarrienses dio impulso a la primera Marcha del Orgullo. “En ese entonces habíamos conformado una agrupación que se llamó Olavarrara (término que simbolizaba algo así como la gente rara de Olavarría), la cual fue transformándose para dar lugar al año siguiente a Colectiva por la Diversidad, que fue desde donde se convocó para la segunda marcha”.
En relación con la primera Marcha del Orgullo, Florencia recordó lo siguiente: “Transitar las calles de mi ciudad, donde durante mucho tiempo anduve medio escondida fue fuerte. Marchar era estar diciendo lo que nunca había dicho, fue como cerrar una parte de mi historia, de todos modos yo ya estaba fortalecida porque mi proceso más vertiginoso de asumirme lo había vivido en Buenos Aires militando y participando de las marchas. Además, previo a esa primera marcha, ya había dado varias notas y tuve mucha exposición pública. De todos modos hay un momento en donde ya no te ponés en la mirada del otro, y te quedás con tu propia mirada”.
“Para mí marchar es apoyar el empoderamiento de quienes aún no se animan a romper el silencio –precisó-, es al mismo tiempo una celebración de la diversidad, y como aún hay mucha discriminación, para mí la marcha va a seguir siendo una fiesta que tiene que seguir estando presente”.
Mucha fue la energía que Florencia volcó para ayudar a dinamizar las seis marchas que ya se realizaron hasta la fecha en Olavarría, las cuales fueron apoyadas -entre otras cosas- por reuniones de reflexión, ciclos de cine y charlas. “Militar y ser visible es desgastante, sobre todo si uno no vive de la militancia y lo hace porque lo siente, pero aporta muy ricos aprendizajes. De todos modos una siempre sigue militando en la vida cotidiana porque la gente siempre te presupone heterosexual”.
“Para mí el lugar en donde hay que trabajar más fuerte ahora es en la educación -sostuvo-, que es desde donde se pueden generar los cambios y las transformaciones”.
“Hice todo lo que hice porque quería y necesitaba hacerlo, y creo que ayudó porque permitió instalar y hacer visible el tema de la diversidad sexual, ya que los prejuicios sólo se pueden modificar si uno los pone afuera«, manifestó.
En ese sentido, también dijo que “salir del armario es un proceso permanente, porque constantemente te encontrás con gente que presupone que tenés un novio o marido o te encontrás con un sobrinito que nunca te había visto con nadie y tiene en su cabeza el mundo de la heterosexualidad obligatoria, y así las diversas circunstancias de la vida van haciendo que una y otra vez tengas que dar explicaciones, que es lo mismo que decir volver a salir del armario. En ese sentido, la Ley de Matrimonio Igualitario del 2010, que legitimó la unión entre personas del mismo sexo, y la Ley de Identidad de Género, del 2012, ayudaron mucho a que a la gente se le abra la cabeza, y estuvo muy bueno porque el Estado se adelantó a muchas charlas que ni siquiera se habían desarrollado puertas adentro de los hogares”.
Mientras estábamos conversando, uno de sus tres gatos se subió a la mesa, probablemente porque tenía una hermosa parte de su historia para acercarnos. Al preguntarle a Florencia el nombre de su gata, la respuesta condujo a un dato de su historia familiar que al recordarlo le iluminó el rostro: “La gata se llama Ornella, y el nombre viene a raíz de un disco de la cantante italiana Ornella Vanoni que encontré entras las cosas que tenía mi tía abuela Dora cuando falleció”.
Dora es una referente importante en la vida de Florencia porque también vivió en pareja con una mujer. “Cuando ella falleció escuché el comentario de que era lesbiana, pero en esa época yo tenía 16 años y aún no me había caído la ficha, por eso nunca pude sentarme a hablar con mi tía abuela del tema, pero para mí fue una alegría poder encontrarme años después en Buenos Aires con quien fue su pareja por más de treinta años”, nos explicó.
“Con ella sí pude hablar y pedirle que me contara sus vivencias. Un día me dijo `tengo algo para vos´, y me dio la alianza que usó mi tía abuela Dora desde el momento en que se comprometieron. Es una alianza hecha en oro blanco para disimular, porque el anillo simbolizaba el compromiso entre ellas”.
Esa parte de su historia que afloró al mencionar el nombre de su bella gata, quizá resuma la enseñanza que Florencia le aportó a su árbol familiar, pues la realidad de Dora siempre se mantuvo detrás de las cortinas del silencio, sin embargo Florencia no calló lo que sentía y con mucha fuerza y entusiasmo se puso a militar.
Hoy la vida la encuentra feliz, en calma, bien consigo misma y viviendo un período en que está dispuesta a disfrutar de todo lo que tenga que ver con desplegar su sensibilidad. El ciclo marcado por los redoblantes, las charlas, los encuentros, los panfletos y las marchas fue dando lugar a un período de calma que tiene más que ver con militar desde lo cotidiano. “En este momento ya no tengo ganas de hacer militancia para afuera, ni tampoco de activar, de reunir ni de convocar, quiero seguir participando desde otro lugar, dando mi apoyo, escribiendo o diciendo lo que tenga que decirse, pero ya no desde el espacio de la organización«, sostuvo por último.
Florencia es una mujer apasionada, justiciera, sensible, intensa, transparente y de noble corazón. Actualmente está terminando su tesis para recibirse de Licenciada en Comunicación Social. Las materias las terminó de cursar hace varios años, sin embargo le quedó pendiente la puntada final. No se trató de un bache o de un tiempo improductivo, el destino quiso que su tesis estuviese impregnada de fuertes vivencias aleccionadoras, de manera que cada letra se le hiciera carne. Su tesis plasmará lo que fueron las marchas que impulsó en Olavarría, una ciudad que la vio crecer, la vio partir llena de dudas y hoy la cobija sabiendo que es una mujer que no teme en decir lo que siente, pues tuvo el coraje de romper la oscuridad del silencio y dar luz a la diversidad.
(Fotos: Tomás Pagano + facilitadas por Florencia Magnaterra + El Popular Medios)
Así definió a Florencia su mamá Lía, con motivo del reconocimiento que -en el marco del Día Internacional de la Mujer- Florencia recibió en el año 2012 por su “Compromiso con los Derechos Humanos».
Sexta Marcha del Orgullo en Olavarría
Si bien no tienen mucha calidad, estos dos videos bien sirven para conocer a la Lesbianbanda
Por último les dejamos este video que es bien representativo de que lo importante es el amor